FILOSOFÍA DE LAS PALABRAS
por Ángel Coronado

"TEDA"

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También el latín, para los griegos, fue durante un tiempo lengua invasora y bárbara. Como el griego lo fuese igual un día más lejano aún. Y también el griego después, después de por aquél entonces, como el latín lo hiciese más tarde, hubo de refugiarse a su vez y protegerse. No lo pudo hacer en el convento ni bajo el hábito blanco del dominico ni en su biblioteca, pero lo hizo. No lo pudo hacer así pero lo hizo. A su manera. Y a los efectos que interesan, como lo hiciese da igual. Y así ocurre con multitud de palabras de origen griego que llegan a nosotros con el doble barniz de cultura sobre cultura. Se trata, en su mayoría, de palabras archicultas, siendo esta misma voz, "archiculto/a" una buena muestra de todo ello, puesto que "culto" es tomado de la recia y bárbara palabra latina cultus que por entonces, al tiempo que los brutos legionarios la usaban, Roma pisoteaba Grecia con sus legiones. Por su parte un prefijo, " archi", inequívocamente griego y para mayor y mejor sello, marca, señal, para mayor lucimiento y orgullo de filología, está preñado por el dígrafo {ch} en el que se guarda bajo siete llaves la historia de un bárbaro latín entrando en tromba hasta el fondo del griego en sazón, entrando al griego hasta la cella de cualquiera de sus templos. Imagino al latín hoyando el Partenón como al bárbaro visigodo profanando Roma.

En efecto, parece ser que cierto sonido escogido, matizado, pulido en el mármol blanco de la lengua de Platón (oclusivo, velar y aspirado según nos informa Blecua), se traduce a martillazos por algún bisabuelo de algún general de alguna legión. Y a ese general se le ocurre hacerlo con dos letras, dos garabatos (dos grafemas según nos indica el lingüista), dos al no poder hacerlo tan sólo con uno. Pudo inventarse uno nuevo. Pero en Roma ya se sabe. Siempre optó por el cuánto sin atender mucho al cómo. Dos grafías para un sonido. No hay que asustarse. Se da también el par de sonidos para un solo garabato, para una letra. Que si la "q", que si la "k", que si la "c". A la gramática, siendo ella misma el paradigma de la norma y precisamente por eso, cumple y observa sin preguntar.

Llegados aquí de la mano (sin haberla soltado sigo sin soltarla) de Jorge Bergua, le cedemos la palabra un rato:

"...en general se puede decir que apenas hay en español helenismos llegados directamente del griego antiguo. No los hay llegados por vía oral, por razones evidentes (cuando empieza a existir conciencia del castellano, en torno a los siglos IX - X, hace mucho que el griego antiguo o clásico ha dejado de ser tal) y apenas los hay llegados por vía escrita porque, para nuestra vergüenza, la gran mayoría de helenismos técnicos y científicos adoptados o creados en los últimos siglos (como teletipo, fonología o fotografía) lo han sido primero en las lenguas de los países europeos que han estado y siguen estando a la cabeza de la investigación...." (Bergua 2004 (23 – 25 y 139) (1)

Llegados exclusivamente por vía escrita, es difícil encontrar helenismos en el castellano del medio rural en el que buscamos. Pero es interesante, al menos a nosotros interesa, el hecho señalado por Bergua de la existencia, no ya de un idioma si bien todavía joven, sino de algo que viene necesariamente después: la conciencia del mismo. Hay un tiempo, pues, en el que un habla, cualquier habla (se podría decir por extensión de lo dicho por Bergua con respecto al castellano), carece de conciencia de sí.

Porque nos interesa la diferencia entre habla y lengua nos interesa pensar en esa supuesta lengua, en ese habla cuyos hablantes, hablándola, carecen de la conciencia de hablarla. Esa lengua no existe, pensamos, porque todavía sin conciencia de sí, todavía no es lengua sino que lo viene siendo. Y lo viene siendo por ser tan solo un habla que lo está dejando de ser.

El medio rural en que buscamos. El campo de lo tradicional en el que tratamos bucear. En la trinchera que se abre al tiempo sin tiempo de toda tradición nos encontramos todos, todos los que a ese lugar, a esa charca nos acercamos.

Dice Manuel Alvar citando a Valera que Don Juan Valera decía eso. Recoger de por ahí palabras. Abrevar en esa charca de lo tradicional. Me pregunto si no estaremos bajo el efecto de algún brebaje. Esa charca, esa lengua no existe, pensamos, porque todo en ella, casi todo, es tan solo habla.

Y asoma por todo esto una paradoja fenomenal. La lengua, esto es, el habla cultivada por esa conciencia de sí, la lengua decimos, es la única instancia capaz de acercase al habla, sorprenderla en su virginal inocencia. Éste, ningún otro, es el tema central de los grandes mitos de nuestra cultura. Es la serpiente a Eva, es el grupo de viejos a Susana. Es Acteón espiando a Diana. Es también, salvando todas las distancias que hubiesen de ser salvadas, el arcángel a María. Rechacemos a la serpiente y al viejo rijoso también. Bienaventurado y bendito sea el arcángel San Gabriel, pero que no se repita. Y Acteón que se vaya, que deje a Diana en paz en el baño de la charca, ninfa entre las ninfas.

Pero buscando palabras por ahí, abrevando en esa charca de lo tradicional, espiando al habla inocente de los campos, escondido entre los arbustos de la lengua, qué remedio, ha saltado esta palabra intacta. No del griego. Sí del latín. La palabra es "teda". Intacta desde hace mil quinientos años. "Taeda" en la lengua de Caesar o Cicerón.

En Almazán y los pueblos de alrededor, "teda" es tea, luminaria de madera, madero resinoso a prender e iluminar, antorcha.

Cerca están los pinares de Quintana, Tardelcuende, Matamala y Almazán. Pino negral. Pino resinero. Ahora ya no, pero antaño y resinados a muerte los troncos de aquéllos pinos parecían cuerpos negros torturados. Antorchas humanas abiertas en canal. Abiertos en canal, en carne viva y supurando. Resina en lugar de sangre. Es dantesca la visión de un pinar resinado a muerte.

Pese a todo, a "taeda" prefiero "teda" y a ésta sin dudarlo "tea". La evolución de los diptongos, y seguimos junto a Bergua como el Dante junto a Virgilio por los círculos del más allá, es llana y sin sobresaltos. Del griego al latín como del latín al castellano. Suena mejor "tea" que "teda" o "taeda", decimos presumiendo de saber (sin saberlo) cómo sonaba en boca de Roma "taeda". Suponiendo que sonase lo mismo que suena hoy... Al menos en esto hemos ido mejorando. Con todo el respeto debido a Caesar y Cicerón, esos bárbaros, esas bestias, ¿verdad Zenón?

 

(1) Bergua Cavero, Jorge, 2004. Los Helenismos del Español. Madrid. Editorial Gredos.

 

© Ángel Coronado, 2014

 

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