Fuentes, fuentecillas y manantiales de Soria

A Pie por Soria

La senda del río Talegones (1)

Retortillo-Torrevicente-Lumías-Arenillas

 

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Vamos a recorrer, con la cámara de Miguel Hidalgo, las tierras del Sur de la provincia de Soria, concretamente parte de las que se cobijan bajo la Sierra de Pela, la más oriental del Sistema Central, cuya altitud más destacada es la Sima de Somolinos, de 1548 metros. Sólo Retortillo está en plena sierra, el resto de pueblos se asientan en las estribaciones. Es también esta zona la que corresponde al curso alto del río Talegones, afluente del Duero.

Los pueblos que componen este espacio, y de los que vamos a tratar, son Retortillo, Torrevicente, Lumías y Arenillas. Mantienen entre ellos el nexo de la cabecera del río, pero más que esto, el hecho de pertenecer a una zona serrana donde abundan las cuevas, el paisaje marcado por el río, y parecida actividad humana, la ganadería sobre todo, que muestra los montes salpicados de construcciones para el ejercicio de esta actividad.

En 1997, en el libro “Fuentes, fuentecillas y manantiales…”,  describíamos así el nacimiento del río que nos ocupa:

El río Talegones nace en la provincia de Guadalajara, concretamente en Hijes, en el límite de la divisoria de aguas Duero-Tajo, en la misma sierra de Pela. Al igual que sucede con el río Pedro, la laguna de Somolinos, en la provincia de Guadalajara, se lleva la mayor parte del agua, dejando para los ríos sorianos algunas fuentes de relativa importancia. Recibe un buen aporte de agua del riachuelo o arroyo “Retortillo”, que a su vez se forma de los regatos “Vega” y “Dehesa”; se esconde a la altura de Torrevicente, recibe la mayor aportación en Lumías, para volver a perderse en Arenillas; desemboca en el Duero, en el paraje “molino Blanco”, en término de Aguilera, tras haber regado “la Serna”.

Esta interacción naturaleza-hombre, propició en su día que las cuevas naturales fueran objeto de ornamentación. Juan Cabré Agulló (1) las visitó, describió y fotografió. En el prado de la Cañada, que se extiende desde la fuente de Retortillo hasta cerca de Castro, encontró pinturas rupestres esquemáticas como signos en forma de herradura, figuras humanas, figuras geométricas, de animales, entre ellas un toro, y uno que explica “el proceso de la génesis humana”. Cabré escribe en una ficha: “… si no se tuvieran otros antecedentes, muy bien podría juzgarla como producto de los ocios de los actuales pastores que habitan el país, pero el hallarse parecidas y auténticas, en rojo pintadas, en Sierra Morena, no cabe duda que son muy primitivas”. En las descripciones que hace repite en varios casos la similitud con las de Sierra Morena, lo que indica, una vez más, la interrelación entre pueblos pastoriles y su trashumancia, mucho antes de que fuera reglamentada. Las cuevas y abrigos donde se sitúan estas insculturas son “Mingonarro”, “cañada del Monte”, “cerrada de Saturnino Medina”, “cuevas del Monte”, “Poyadillos” y “cueva del Tambor”. Próximo a Tarancueña estudió los grabados del “barranco del Cuento del Cerro” y “la Covatilla”.

En Torrevicente halló y catalogó cavernas naturales de carácter funerario: “En río Talegones que tiene su origen cerca de Retortillo, a los dos kilómetros antes de llegar a Torrevicente corre mansamente por el fondo de un valle cuyos lados fórmanse escarpadas pendientes casi cortadas en sentido vertical de formación básica, las cuales parecen elevarse más y más a manera que desciende el arroyo. En una y otra ladera se divisan innumerables abrigos los que he visitado en busca de arte rupestre, pero con resultado negativo porque la superficie que pudo estar pintada se descascarilla laminarmente y en forma de cubos. Sin embargo pude estudiar varias pequeñas cavernas frente a Torrevicente que sirvieron de cámaras mortuorias y quizá pertenezcan al mismo pueblo que (ilegible) del inmediato Retortillo”. Cuando Cabré escribió esto hacía poco que se habían descubierto, ya que los dueños todavía vivían, y eran Antonio Antón y Felipe Arribas. Ellos las habían utilizado como parideras y habían hecho alguna obra. Visitó cuatro, una de ellas llamada de “Miguel Varas”.

“Fue una lástima inmensa que al descubrirse tales cavernas y en especial la de Felipe Arribas no dieran importancia al hallazgo pues en el primer trayecto que limpió para su uso pecuario halló muchísimos esqueletos humanos, dos grandes vasos ornamentales con labores de relieve, hachas pulimentadas y otras singularidades dignas de aprecio”.

La importancia de la ciudad arévaca de Tiermes hizo que pasara por la zona que comentamos una importante vía romana que partía de Uxama. Blas Taracena (3) la estudió desde Tiermes, y escribe: “… discurre paralela a las cumbres de Sierra Pela, por Cañicera, por entre Rebollosa y Tarancueña, por el término de Retortillo subiendo a buscar la divisoria en Torreplazo y descendiendo a Romanillos de Atienza, desde donde, acaso, bajaría a Sigüenza”. Duda Taracena de la época de la necrópolis de inhumación formada por sepulturas de lajas de piedras hincadas en el suelo, cerca de la ermita de San Miguel, en Retortillo, pero las supone romanas.

Avanzando un poco en la Historia, el mismo Taracena dice para Torrevicente que en lo alto del pequeño cerro junto al pueblo, en cuya ladera se abren algunas de las cuevas que antes hemos mencionado, “se notan restos de construcciones y aflora cerámica paleocristiana”.

Al final de la Alta Edad Media, esta zona de Soria forma parte de la Marca Media musulmana con sede en Medinaceli. El Sur provincial, desde Gormaz a Medinaceli, está jalonado de atalayas musulmanas que ha fotografiado para el web Miguel Hidalgo. Las rutas de penetración musulmana en la Castilla del Duero fueron durante esta época prácticamente dos: desde Medinaceli, por Barahona y Berlanga, a Gormaz, y desde Atienza, por Retortillo, Tarancueña, Taracena, Caracena y Fresno, a Gormaz, Osma o San Esteban. Es tradición oral que Galib, el importante general musulmán, suegro de Almanzor, murió en una batalla contra partidarios de este último, en Torrevicente. Gonzalo Martínez (2) no dice nada de la importante batalla que otros historiadores sitúan en el término de ese pueblo. Recoge este historiador un estudio del profesor Ruiz Asensio en la que describe así la primera campaña del 980: VIII. Campaña de la traición: (13 ramadán – 9 dul-l-ga’da 369 – 2 abril-27 mayo. 56 días). Hizo Muhammad ibn abi Amir una campaña en la primavera, en la cual traicionó a su suegro Galib, mawla de Al-Nasir li-din Allah, en la fortaleza de Antinisa (Atienza). Salió para ella de la mezquita mayor después de la oración del viernes 13 de ramadán del año 369, que correspondía al 2 del mes de abril. Hizo en ella después de la ruptura de la amistad una ligera incursión contra Qastilla (Castilla). Volvió el jueves 9 de dul-qu’da (27-V-980) al cabo de 56 días. Según los historiadores musulmanes, Almanzor llegó con su ejército a las proximidades de Atienza, donde le esperaba Galib, que ocupaba ya la fortaleza…”.

Que Galib estuvo por estas tierras está documentado. Siguiendo al padre Martínez, y tomado por él de E. García Gómez “Anales palatinos del califa de Córdoba Al-Hakam II, por Isa Ibn Ahmad Al-Razi, 1967”, cuando que cinco años antes, en 975, avanzó a Berlanga desde el castillo de Barahona.

El general Galib ben ‘Abd al-Rahman, liberto del primer califa Abderramán III, era todopoderoso señor de la frontera media con plaza fuerte en Medinaceli. Las razias por la zona eran frecuentes. Siguiendo a Menéndez Pidal, una de ellas fue en el año 963, cuando los musulmanes tomaron San Esteban, y más tarde Atienza, gobernando en Castilla el conde Fernán González. Doce años después, en abril de 975, con Fernán González muerto, a quien había sucedido su hijo Garci Fernández, Galib salió de nuevo de su cuartel general a causa del cerco que los cristianos habían puesto al castillo de Gormaz, ganando primero la plaza de Barahona, luego la de Berlanga, rompiendo el cerco de Gormaz y derrotando a Garci Fernández en Langa de Duero. La tradición dice que Galib murió en Torrevicente, en lid con las tropas de su yerno, Almanzor, aunque desde luego no está documentado. Según Menéndez Pidal, encontramos que el 8 de julio de 981salió Galib de Medinaceli a Atienza “y acampó ante los muros del vecino castillo de San Vicente”, el encuentro tuvo lugar dos días después. En esta batalla Galib, además de con sus propias tropas, contaba con refuerzos castellanos mandados por el conde Garci Fernández (a quien había derrotado unos años antes en Langa de Duero), y con contingentes vascones a las órdenes de Ramiro, hijo de Sancho Garcés II Abarca. Su muerte es descrita así por Menéndez Pidal. “Durante un ataque furioso, su caballo tropezó y el propio pomo de su silla le partió el pecho (…). Su mano, con el anillo en el dedo, y luego su cabeza, fueron llevados a Ibn Abi ‘Amir, que prorrumpió en acciones de gracias. (…) los cristianos huyeron a la desbandada y fueron muertos muchos. Ramiro, el príncipe de Pamplona, fue uno de ellos”. Garci Fernández se salvó, pero sus dominios serían después saqueados por Almanzor. Quizá ese castillo de San Vicente ha llevado a error, pero en la actualidad no encontramos ninguna referencia a castillos con ese nombre, ni en Soria ni en Guadalajara.

En la Baja Edad Media Retortillo y Torrevicente formaban parte de la Comunidad de Villa y Tierra de Atienza, mientras que Lumías y Arenillas pertenecían a la de Berlanga. A Retortillo pertenece el hoy despoblado de Lérida, del que sólo queda en pie la ermita de San Miguel, y que fue del señorío, como la propia villa, de los condes de Lérida. De época medieval pueden ser, según Taracena, los Cantos Migueros, en Retortillo, dos piedras redondeadas quizá restos de un pequeño castillo o de una atalaya. Y otro topónimo, este de Torrevicente, nos habla de una posible fortaleza o resto de castro, “castilviejo”.

Siglos después, por el Catastro de la Ensenada (4), de mediados del siglo XVIII, sabemos que seguían los mismos señores cobrando las alcabalas (5). La población estaba constituida por 111 vecinos y medio, en ellos estaban incluidos, como medio vecino cada uno, 6 pobres de solemnidad, sacerdotes y viudas. Vivían en 113 casas, censo total de la villa, todas habitables.

El número de cabezas de ganado era importante: 3438 lanar churro, 16 cabrío, 246 vacuno, 127 mular, 62 caballar, 57 yeguar, 31 jumento, 108 cerdos, 138 labor, 108 cerriles. Las colmenas eran 81, es esta una pregunta del cuestionario general para calcular el esquilo (6). El molino harinero era propiedad del conde de Encinas, vecino de Madrid, y lo tenía arrendado. Había en prados de regadío frutales que daban camuesos, peras, manzanas, guindos y ciruelas. La dehesa del Quejigal, propiedad del Común, medía 400 fanegas. Tenían horno de poya y fragua, médico, cirujano y boticario, cuyos emolumentos se repartían entre los vecinos. La taberna, el mesón y la tienda funcionaban por adra entre los vecinos. Había un hospital para pobres con una renta anual de 9 fanegas de trigo, 9 de cebada y 33 reales en dinero por la venta de unas tierras y granero, y 177 reales y 2 maravedíes por réditos de diferentes censos. Este hospital seguía en pie cuando Madoz (7) recabó la información para su Diccionario, aunque la población había descendido de 110 a 40 vecinos.

El Común de la villa tenía el arbitrio de mil reales/año producidos por la venta de dos cotos, uno en 300 al conde de Lérida y otro en 700 a don Francisco Beladiez, de Atienza, para pasto de sus ganados. Cada año satisfacía el Común 390 reales por réditos de dos censos redimibles, uno de 800 ducados de principal, 264 reales de réditos, a favor del convento de la Concepción de Berlanga de Duero, y otro de 4.200 reales de principal, 126 de réditos, del conde de las Encinas.

Para la misma época y del mismo catastro, extraemos los siguientes datos sobre Arenillas. Era de la jurisdicción de Berlanga, del señorío de la duquesa viuda de Uceda, quien cobraba el derecho de alguacilazgo. Tenía 60 vecinos, incluidas 10 viudas y 6 pobres de solemnidad, en 65 casas habitables y dos arruinadas. Importante ganadería compuesta de 2263 ovejas churras, 20 cabras, 125 vacuno, 36 mular, 16 yeguas, 71 asnos, 130 cerdos, 71 colmenas. A la vera del Talegones crecían perales, camuesos, manzanos, ciruelos y perejonares. Importantes dehesas, una de regadío con capacidad de 40 fanegas, y otra de secano, 170 fanegas. Un molino harinero se asentaba en la ribera del Talegones, propiedad del Concejo. Contaban con cirujano, sacristán, fiel de hechos, herrero y aperador de yugos y azadones.

Un siglo después, Pascual Madoz cuenta 75 vecinos (310 almas). Anota también abundancia de ganado lanar: 1800 cabezas que crían 700 corderos.

Los despoblados que se le atribuyen a Arenillas son Tajarejo, donde coinciden los límites de Arenillas, Bañuelos y Lumías. Y Villaseca a tres kilómetros, a la derecha del manantial del Cuerno, según Gonzalo Martínez, quien también apunta: “Los corrales de San Vicente, en las cercanías de Villaseca, creemos recuerda al santo patrón de la iglesia”.

 

Lumías, según el Catastro de la Ensenada, era de la jurisdicción de la villa de Berlanga y pertenecía al señorío de la duquesa viuda de Uceda y marquesa de Berlanga, quien cobraba el alguacilazgo, los derechos de los cuatro unos por ciento y los reales servicios de millones y nuevos impuestos, suponiéndole a sus arcas un total de 664 reales al año.

Sus tierras eran de regadío y secano. En la primera calidad se daban hortalizas, prados con sus hierbas, y la dehesa. También había prados y dehesa de secano. Abundaba, como en Arenillas, la fruta: ciruelas, peras, camuesas, manzanas, guindas, membrillos y siervas. A la orilla del Talegones crecían sauces y chopos. Las tierras de labor producían trigo centenoso, centeno, cebada y avena.

Cuatro molinos harineros tenían en Lumías. Uno pertenecía al cabildo de la Colegial de Berlanga, y estaba arrendado; otro a Pedro Baras y los herederos de Marcos Martínez, también arrendado; los otros dos, arrendados igualmente, eran propiedad del Concejo del lugar.

36 vecinos, incluidas dos viudas que contabilizaban como medio vecino cada una, residían en 41 casas habitables, había una arruinada. Entre la población vivían 4 pobres de solemnidad.

No llegaban al número de cabezas de las otras poblaciones que comentamos, pero era importante la cabaña lanar de 1146 cabezas, más 63 cabras, 104 vacuno, 35 jumentos, 25 mulas de labor, 1 yegua, 5 rocines y 110 cerdos. Se completaba la economía de Lumías con 43 colmenas y hornos.

Del común de vecinos era el monte carrascal y robledal, una dehesa boyal de regadío y secano, un prado de regadío, una casa en la calle Real, dos molinos, un batán, un pósito real y un montepío. Había taberna y no se olvidan de consignar que el río Talegones lo cruzaban cinco puentes de madera.

En el siglo XIX, Lumías mantenía su población con 37 vecinos (146 almas). Sus aguas movían dos molinos harineros y dos batanes.

Siguiendo con los datos extraídos del Catastro del siglo XVIII, nos indican que Torrevicente, hoy barrio de Retortillo, pertenecía en la época a la jurisdicción de Paredes (Guadalajara), eran de señorío “con su jurisdicción y vasallaje” del conde de Coruña y Paredes (quien tenía intereses por la zona, al ser también señor de Rello y otros lugares del Sur); residía en Madrid y percibía una parte de los diezmos, el resto se los repartían entre distintas instituciones eclesiásticas.

En su suelo se levantaban encinas y álamos blancos y negros. Tenían huertos de secano donde sólo se producían legumbres, y prados de dallo que daban heno o hierba de pasto. “Nunca han hecho corta alguna para carbón”, y en cuanto al monte de encinar “se halla hecho su plantío como lo crió la naturaleza”. Sus tierras producían trigo, cebada y avena, un año sí y otro no, además de berzas, bellotas, miel, lana y queso.

La población se componía de 48 vecinos, de ellos cuatro viudas, que residían en 50 casas habitables. Tenían 40 pajares, 18 corrales y 2 cuadras. Había, como en toda la zona, abundancia de ganado lanar, 2746 cabezas, 13 vacas de labor, 70 novillos cerriles, 4 caballos domados, 90 mulas de labor, 25mulas cerriles, 23 asnos domados y 66 cerdos.

El Común del lugar era propietario de una dehesa y monte de encinas que producían 340 fanegas. Una casa habitada por el guarda de los ganados. Le pertenecían también todas las tierras yermas, incultas por naturaleza, que sirven de pasto para los ganados de sus vecinos y los de la Villa y Tierra de Paredes, Jadraque, Miedes y Cogolludo.

Un siglo después, según Madoz, la población se mantenía en 46 vecinos (182 almas).

Por algunas zonas, pese a que en Torrevicente queda claro en el Catastro que no fue así,  debieron de trabajar carboneros, porque la toponimia habla, y en el mapa del Instituto Geográfico y Catastral podemos ver una senda carbonera en término de Retortillo.

Volvamos al río Talegones. En Torrevicente nace al arroyo de los Majuelos, que deja también el agua en el Talegones, pero en Berlanga de Duero, después de atravesar Abanco y Paones.

De Lumías, la siguiente población, escribimos en “Fuentes, fuentecillas y manantiales…”.

Los drenajes más importantes de Lumías, de la importante reserva de agua del Sur provincial, que sale con mayor caudal en la zona de Gormaz, Quintanas de Gormaz y Vildé, se producen en el mismo cauce del río Talegones, por lo que resulta imposible verlos, a no ser que el río discurra seco; es en el paraje “Sabucar” donde se ubican estas fuentes, que llegan al río desde una pared caliza llamada “castil Viejo”.

El manantial de “las Dehesas”, junto a la dehesa de Lumías, en una importante fuente kárstica que sirve para abastecer al vecindario, y el fluido sobrante, en abundancia, va directamente al Talegones. Llega de dirección Oeste, desde una gran masa calcárea que llaman “cerro de la Coronilla”. Alrededor de la fuente se disfruta una copiosa zona de huertas semi-abandonadas, y la dehesa, propiedad de una sociedad vecinal para pastos, que se constituyó en su día, cuando aún quedaban vecinos y animales.

Muy próximo al manantial se sitúa la bifurcación de caminos –sólo transitables andando o en caballería- que conducen a Barcones y a Romanillos de Atienza, este último, muy posiblemente se trate de una calzada romana.

Atravesando las tierras de labor, circundadas por salvia y flor de malva, se llega hasta la “fuente el Pelario”, debajo de la cabeza del mismo nombre -1127 metros de altura-. En su día, el agua de esta fuente servía para el ganado y las caballerías que acudían para faenar al campo; está rodeada de tierras de labor y monte bajo, sobre todo zarzas. Hace años que a esta fuente también acudían a beber gamos y jabalíes, y sobre todo cabras monteses que habitan en número abundante –según Francisco, nuestro acompañante- en el monte comunero entre Lumías, Cabreriza, Paones y Alaló; se conoce como monte “Cabreriza”, se aprovecha algo de leña, pero sobre todo abunda la caza. Puede que se trate del “monte Alconeza”, perteneciente en su día al despoblado de Cabreriza, y que quedó en mancomunidad de esos cuatro pueblos.

Saliendo del núcleo urbano en dirección al “poyato del Horno” se encuentra la fuente de “las Ventanillas”. Allí anida una apreciable colonia de buitres que durará si la civilización consiente en olvidarse de los huevos de las rapaces. Y desde ese mismo lugar se divisa una panorámica del conjunto de Lumías, pueblo rodeado de verticales paredes rocosas a las que parecen abrazarse las construcciones de sus casas.

Por el lugar, no muy apartada, se halla la “fuente de las Ventanillas” que nutre de agua a uno de los antiguos molinos. Este manadero, a escasos metros del cauce artificial del Talegones, tiene su origen bajo el “cerro de la Cueva”.

Toda esta ribera del Talegones es de gran frondosidad, con huertas abandonadas y árboles frutales, algunos de ellos llamados cambrones, que dan pera tardía, y los conocidos “sabucos, cuyos vapores curan el dolor de muelas”. Por Lumías discurre el arroyo Valderrey.

 

En Arenillas se le incorpora el arroyo Parado, que nace en Romanillos de Atienza, y ha recibido a su vez las aguas del arroyo Valderrodrigo.

En la actualidad una visita por esta zona nos permite conocer parte de su patrimonio. Retortillo conserva parte de su recinto amurallado, en el que se abrían cuatro puertas, de las que se conservan la del Sur y la de Sollera o del Oeste, es lo más significativo de la villa. El otro edificio es la iglesia, dedicada a San Pedro, del tipo de planta de salón, que Juan de Rasines difundió, a partir de la Colegiata de Berlanga, aunque se desconoce quién la diseño. Tiene tres naves, robustas columnas, y al igual que el retablo de Berlanga, también este está sin policromar.

La ermita de San Miguel merece una visita. Como ya hemos dicho, fue la iglesia del despoblado de Lérida, que da nombre a un título condal. Fue esta familia, cuyo apellido por muchas generaciones fue el de Torres, propietaria de la casona donde ahora se ubica el Instituto Antonio Machado. Ellos la cedieron a la Compañía de Jesús. Tuvieron también palacio en la calle Caballeros de Soria. Desde allí se divisa una buena panorámica, y el edificio conserva la puerta de entrada románica. Otras ermitas son las de la Virgen del Prado y la Soledad. En Retortillo se puede comer.

La iglesia de la Natividad de Nuestra Señora, de Torrevicente, guarda en su interior una pila bautismal románica, pero lo más impresionante de este pueblo, casi deshabitado, es la hoz del río Talegones. Hay una ermita o humilladero, llamado de la Soledad. Un guasón de la época dejó en la fachada de una casa, para la posteridad, un escrito con letra antigua donde se lee: “Que miras majadero no ves que soy un letrero”.

Igualmente en Lumías, lo más interesante es su naturaleza, el entorno, aunque la iglesia tiene cierto interés, ya que el origen es románico, pero se reformó en el siglo XVI. Está dedicada a Nuestra Señora de la Asunción. Otro de los atractivos de Lumías es sus palomares que pueden verse salpicando el término, sobre todo en el paraje de la Celada. En una ladera aparece uno encalado, y cerca un colmenar provisto de colmenas muy antiguas que se hacían con cestos embadurnados de barro. Los cuatro molinos que se recogen en el censo de la Ensenada todavía los recordaba con Miguel Hidalgo, Laurentino Rello

En cuanto a Arenillas, tiene una iglesia gótica, dedicada a San Cipriano y Santa Justina, reformada en el siglo XVIII. De la primera época conserva la cabecera y el arco que comunica la nave lateral con la capilla mayor, que se cubre con una bóveda de crucería. El retablo mayor es de estilo churrigueresco. La ermita está bajo la advocación de San Martín. En la plaza se alza una casona de piedra, que era del Curato y fue adquirida por la Asociación socio-cultural.

Un cartel explicativo indica una fuente que podría ser romana, construida en sillería con bóveda de medio cañón. El hecho de que cerca de ella exista un yacimiento romano, concretamente una villa, hace pensar en su antigua procedencia. En todo caso, fue la fuente que abasteció, hasta 1921 que se construyó otra, al vecindario de Arenillas.

El Espliego en Arenillas
Llevando los haces

Pero el atractivo de Arenillas es el tesón de sus habitantes, pocos, pero que forman piña. Cada año, durante el verano, hacen la destilación del espliego tal y como se hacía siglos atrás. Tienen un museo etnográfico. Fueron los primeros en contratar inmigrantes y ofrecerles trabajo y vivienda, para evitar que se cerraran las escuelas. Pese a la escasez de habitantes, mantienen ayuntamiento propio. 

 

Recomendamos seguir el GR 86 para el Cañón del Talegones

 

(1)  Juan Cabré (1882-1947) nació en Calaceite (Teruel) y fue colaborador del marqués de Cerralbo. Redactó el “Catálogo monumental y artístico de Soria y su provincia”, una copia del cual, manuscrita, se encuentra en el Archivo Histórico Provincial de Soria.

(2)  Gonzalo Martínez Diez. “Las Comunidades de Villa y Tierra de la Extremadura Castellana”. Editora Nacional. Madrid, 1983

(3)  Blas Taracena Aguirre (1895-1952). “Carta arqueológica de Soria” (Madrid, CSIC, 1941), donde da noticia de 400 yacimientos.

(4)  Catastro de la Ensenada. Averiguación que se hizo desde 1749, por orden de Fernando VI, sobre los habitantes, propiedades, censos, rentas, etc., de la Corona de Castilla. Se le conoce como Catastro de la Ensenada porque se hizo a propuesta del ministro Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada. Se conserva en el Archivo Histórico Provincial de Soria el correspondiente a casi toda la provincia.

(5)  Las Alcabalas fueron el impuesto más importante del Antiguo Régimen en la Corona de Castilla. Lo aplicaban sobre todo tipo de comercio, compraventa, transferencias y permuta.

(6)  El esquilmo era el conjunto de frutos y provechos que se sacaban de las haciendas y ganados.

(7)  Pascual Madoz. “Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar”. Madrid, 1845-1850.

(8)  Perejonares. Debe tratarse de un error de transcripción. Podría tratarse de perejinales.

Galería Fotográfica

© texto: soria-goig.com
© fotos: Miguel Hidalgo

 

Mapa de la senda del río Talegones

Retortillo    Arenillas

La senda del río Talegones (2)
Tierras del Sur (1) - Atalayas
Tierras del Sur (2) - La Sierra de Pela
Tierras del Sur (3) - Buitres en Caltojar y La Riba
La senda del río Torete
El Espliego en Arenillas
Fuentes y Manantiales de J. I. Esteban JaureguiFuentes y Manantiales de Lumías, José Ignacio Esteban
Fuentes y Manantiales de J. I. Esteban JaureguiFuentes y Manantiales de Arenillas, José Ignacio Esteban

Torrevicente - caminosoria.com
Lumías - caminosoria.com
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CASTILLOS DE SORIA de Jaime de Sosa Castillos de Soria--> Retortillo
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