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Memorias de un chico de alquiler

Carlos Robredo y Julio Pina

 

Edita: A.C. La Pluma de El Burgo, 2020

 

Acompañando un viaje

Un viaje puede durar toda la vida o a lo largo de la vida se pueden hacer muchos viajes. Grandes personajes de la Historia han recorrido caminos, magníficos escritores los han relatado, como por ejemplo Bruce Chatwin, que tomó la ruta de Australia para que los aborígenes les enseñaran sus partituras musicales y así dar vida a la nada. Por el mar de Cortés, el de la Malinche, viajo el gran John Steinbeck. Cada año, los pastores trashumantes bajaban y subían en una ruta imparable, conduciendo sus ganados. Y no acabaríamos de enumerar caminos, rutas, trayectorias y viajes. Y qué decir de los interiores. De la introspección, del conócete a ti mismo, como aconsejaba Séneca.

Pues bien, tenemos ante nuestros ojos un viaje escrito a cuatro manos o mejor sería decir a dos espíritus, aquellos que habitan en Carlos Robredo y Julio Pina, dos escritores bien conocidos. Forman parte de un microcosmos, un Parnaso, donde habitan poetas, narradores, cuentistas y otra fauna. Son los componentes y amigos de 'La Pluma de El Burgo', asociación, revista y editorial con el apellido común de Cultural.

La novela se titula "Memorias de un chico de alquiler", un viaje en el que el protagonista, pese a estar acompañado en el coche, a unos centímetros, de su compañera, piensa y sueña sin interrupciones, aunque niegue hacerlo, porque los sueños, dice, le dan miedo y piensa en ellos como deseos en imágenes. Pero piensa, en su vida, unos pensamientos que pasará al papel, una vida de la que no siempre se ha sentido orgulloso, una vida-viaje con más oscuros que claros. Un viaje corto en cuanto a distancias -de Sitges en la costa Mediterránea barcelonesa hasta el bullicioso Madrid- pero intenso porque en él se decide un futuro y se aclara la diferencia entre afecto, interés y amor.

Desde el primer momento se presenta a los protagonistas sin hacerlo canónicamente, si resulta que en esto de la literatura existe un modo de narrar canónico. Pero los autores van dándonos a conocer qué siente cada cual. Él, quien narrará la historia, es un joven que rondará los treinta años, alto, elegante y guapo, enérgico y vivido. Ella, Mónica, tira a colegiala tímida y enamorada del hombre que la acompaña, su marido, con quien hace un año se casó. Se nota que existe tensión entre ellos, no precisamente sexual, falta de confianza y, en el caso de él, desinterés. Como sucede en cualquier viaje, comienza con una intención, ya sea de disfrutar solamente, o de solucionar una situacion, y a lo largo de él van sucediendo cosas que obligan a replantearse las intenciones (si las había) o la de escoger alguna de las varias soluciones que se han ido ofreciendo.

Quiero destacar, especialmente, las minuciosas descripciones que en la novela se ofrecen al lector, con una técnica fotográfica que convierten el texto en imágenes y lo hace muy ameno. Asimismo, la sencillez de la narración, algo muy apreciado por los autores. Carlos me confesó en una ocasión que cuando busca un sinónimo es con el fin de encontrar otro más sencillo y comprensible que el utilizado en primer lugar. Se trata de llegar al lector y no de convertir un texto en un maratón de búsqueda en diccionarios hasta de Ontología. Para eso están los filósofos. En 'Memorias de un chico de alquiler' Carlos y Julio han conseguido un texto fluido que se quiere acabar para los impacientes y que no se acabe, para los sibaritas de la literatura. Yo, en este tema, soy impaciente.

Julio Pina y Carlos Robredo, los autores, cuentan con una larga trayectoria, viaje una vez más, como narradores ambos y además poeta Carlos. Los dos nacieron en Madrid con la diferencia de un año y los dos han encontrado su lugar en el mundo en lo que fuera Villa y Tierra de Osma, Carlos en El Burgo de Osma, Julio en Valdenebro, cuyo topónimo lo dice todo, al que habría que añadir alguno relacionado con el agua. Como Julio mismo escribe en uno de sus relatos: 'La increíble y singular historia del Capitán Cangreja", la vida, el viaje de la vida, le aportará sorpresas, dudas, pero nunca dejará de viajar de su pueblo a El Burgo, para degustar su vino y sus torreznos. Premios también les unen, y devaneos con la radio, y la revista La Pluma de El Burgo, y el gusto por desplazarse allá donde se presenta una publicación o se prueba el vino de la bodega de Ellen y Carlos, todo eso alrededor de sus preciosos e interesantes pueblos. Faltaba escribir una novela a cuatro manos, algo que se me antoja muy difícil, pero que a ellos les ha divertido, se lo han pasado muy bien y me han encargado que acompañe 'Memorias de un chico de alquiler' con estas palabras que no estarán a la altura.

Isabel Goig Soler

Ficha de Carlos Robredo

Un viaje inesperado, Julio Pina

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