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			Yanguas, 2017 
			
			Mezcla de mozo del Ramo, cuelgue de aleluyas, ronda y petición de 
			gallofa, son las corridas del rosco, propias de la comarca de 
			Tierras Altas. 
			
			Kurt Schindler recogió, en Yanguas, la música y letra que 
			utilizaban, al menos por 1930, para la corrida del rosco. 
			
				
				Corre que te pego, pego, pego, 
				corre que te pego, pego, pa, 
				corre que te pa, corre que te pa, 
				corre que te pego, pego, pego, pa. 
			 
			
			Dice que se canta al correr el rosco el día de San Juan. Van dos 
			delante y uno detrás, con una varita, cantando la canción. 
			
      El pasado domingo, 16 de julio, festividad de la Virgen 
		del Carmen, cuando Yanguas celebra las fiestas mayores, fueron los niños 
		los encargados de repetir la tradición, después de practicar juegos 
		propios de la edad, en el frontón de la villa y al amparo del castillo 
		restaurado.  
			
      Fueron también los niños los encargados de repartir, entre 
		todos los asistentes, chorizo a la brasa, pan y zurracapote y, cómo no, 
		trocitos de los roscos que habían servido para el juego y que habían 
		sido elaborados en la panadería de Almarza. 
			
      
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            © 
            soria-goig.com, 
			2017 
             
          	
			  
			
			
			Villaseca Somera, 2015 
			
			  
			
      
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			Cerca de Yanguas y Villar del Río, en Villaseca Somera (Las 
			Villasecas), el 18 de agosto, se sigue adornando el ramo y corriendo 
			el rosco. Así nos lo hacía saber en un comentario en nuestra web, 
			Isabel Lozano Blanco quien se extrañaba de que no hiciéramos 
			referencia a unas fiestas de las que se sentían muy orgullosos, 
			tanto por la fiesta en sí, como por haberlas mantenido, a lo que no 
			es ajena la Asociación de Amigos de Villasecas. Por culpa de la 
			emigración –escribe Isabel Lozano- la fiesta se interrumpió durante 
			unos doce años, pero desde 1979 es una tradición recuperada por 
			los hijos de aquellos emigrantes”. 
			
			   
			Después de haber asistido a la corrida del rosco en Las 
			Villasecas (antes Villaseca Somera, la Bajera está deshabitada), 
			tendríamos que ampliar la percepción del primer párrafo. 
			Pero antes veamos cómo transcurrió la tarde del martes, 18 de 
			agosto de 2015, festividad de Santa Elena, patrona del pueblo, día 
			en que siempre se ha corrido el rosco en Villaseca Somera, 
			acompañada de las hermanas Isabel y Luisa Lozano. No dejaremos pasar 
			la ocasión de decir unas palabras sobre esta familia ejemplar, baste 
			decir que el día de la fiesta se habían reunido a comer en una de 
			las casonas de su propiedad más de sesenta miembros de ella, tres 
			generaciones (o tal vez cuatro), llegados de varios sitios del país, 
			y en armonía. 
			Hubo actuación para niños y visitamos la iglesia, con restos 
			góticos, bien restaurada. Pero nos centraremos en la corrida del 
			rosco. En el atrio del templo un ramo de chopo adornado con pañuelos 
			de colores, esperaba la llegada del mozo que habría de transportarlo 
			hasta las eras. Tres muchachas muy jóvenes, Carla, Sara y Patricia, 
			portaban sendos cestos con trozos de rosco dulce. Cuando llegaron 
			los gaiteros -Óscar Fernando entre ellos- se organizó la procesión 
			laica: mozo del ramo, mozas con los cestos y, detrás, los gaiteros y 
			el pueblo entero (casi todos aquellos que un día marcharon  y 
			vuelven cada año para recordar sus ritos y costumbres) y visitantes 
			de pueblos de alrededor. 
			Llegados todos a las eras, mozo y mozas se colocaron en la 
			parte de arriba y todo el que quiso se hizo con una rama del chopo, 
			hasta dejarlo casi desnudo. Con ella en mano, bajaron y subieron las 
			eras dando con la rama a todo el que se cruzaba, y lo hicieron hasta 
			que se cansaron. El premio era comer el rosco. Todo ello al ritmo de 
			los gaiteros. 
			
			   
			El rito ha cambiado, aunque no en lo sustancial. Allí estaba 
			un tío de las hermanas Lozano, Francisco Blanco, para explicarnos 
			cómo se hacía en los cuarenta y cincuenta, cuando él era mozo y 
			quince mozos más residían en Villaseca Somera. El señor Francisco, 
			por aquellos años, tocaba un violín que él mismo se había construido 
			mientras hacía la mili en Zaragoza y, con él, y en compañía de 
			otros, amenizaba las fiestas por los pueblos de alrededor. 
			
			  
			Cada madre elaboraba un rosco para sus hijos varones, uno para 
			cada cual, y esos serían los que se comerían al final de la corrida 
			y siempre que se hubiera corrido, los otros no lo cataban. La noche 
			anterior y posterior a la festividad de Santa Elena y a la corrida 
			del rosco, los mozos rondaban. Esa noche no dormían y la pasaban en 
			un pajar, a modo de peña, esperando que amaneciera para ir a cortar 
			el chopo que les parecía bien, pues nadie protestaba por ello. A 
			partir de ahí, la fiesta era como se hizo el pasado día 18. 
			Recordó el señor Francisco Blanco una de las coplillas con las 
			que rondaban: 
			
				Arriba paloma y sube 
				dame la mano paloma 
				que te quiero ver la liga 
				que te quiero retratar para cuando seas mía.  
				Echa el rosco pelotona 
				aunque sea entero 
				si no me lo como yo 
				se lo comerá tu perro.  
				A esta puerta hemos llegado 
				con intención de cantar 
				si no quiere que cantemos 
				nos volveremos p'atras.  
			 
			
			Decíamos que había cambiado la percepción al visualizar este rito. 
			Desde luego, en el caso de Villaseca Somera, es una mezcla de Mozo 
			del Ramo y ronda, pero vemos también, en las mozas que portan el 
			rosco, que quizá en su día hubo móndidas o se quiso imitar las que 
			sí se daban en los pueblos de alrededor. Por otro lado, el 
			perseguirse por las eras con los ramos del chopo, recuerda a la 
			Pinochada de Vinuesa donde, como recogen unas viejas ordenanzas, 
			existió la costumbre de entregar arbujuelos -lo que portan las 
			móndidas en la cabeza- a los prebostes. 
			
			   
			
			Nos parece que se encuentran en esta corrida del rosco de Villaseca 
			Somera, organizada como casi todos los ritos por los mozos, varios 
			juntos. Reminiscencias de Móndidas; corridas del rosco; por supuesto 
			el principal, que se da en toda la comarca de Tierras Altas, como es 
			el Mozo del Ramo; y tal vez reminiscencia también de la Pinochada o 
			de algún hecho histórico, como el de Vinuesa, que se produjera entre 
			pueblos vecinos por la posesión de alguna imagen, término, ermita o 
			cualquier otro. 
			
      
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            © 
            soria-goig.com, 
			2015 
             
          	  
			Del libro 
			
			“Tal y como vivíamos (De costumbres)”. 
			
			Casi idéntica a la de Yanguas, se da esta costumbre en Villar del 
			Río los últimos días de agosto. El primer acto es pedir la gallofa,  
			que en Villar del Río lo llaman pedir la peseta, y se hace después 
			de la verbena, cuando ya, en las puertas de las casas de mozas 
			casaderas, se han colgado las aleluyas. Debajo de las ventanas, los 
			mozos rondarán, pero será al día siguiente, cuando adviertan de que 
			se prepare la peseta que van a cobrar, cuando el hombre de la casa 
			(padre, novio o incluso abuelo), pague la gallofa para que los mozos 
			preparen lo que les convenga para comer, o beber, o disfrutar en 
			comunidad. 
			
			Después de la primera ronda, de madrugada, acuden a cortar un chopo, 
			que en Villar del Río abundan gracias al discurrir del río Cidacos, 
			naturalmente lo harán los mozos. Con ese árbol se hará un ramo que 
			portará, asimismo, un mozo, tal y como se hace en otros pueblos de 
			Tierras Altas. El árbol se mostrará adornado con pañuelos y cintas y 
			encabezará la procesión. Tiene aquí el chopo una función añadida que 
			recuerda a la de Sarnago. Los mozos sacan el ramo de la ermita de 
			Santa Filomena, donde ha quedado depositado, y lo pasean por el 
			pueblo al ritmo de una canción que las mozas van siguiendo, detrás. 
			En Sarnago, como queda escrito, el mocerío de uno y otro barrio se 
			disputan la posesión, en Villar del Río, el rito seguido con el 
			chopo es otro: una vez paseado, y en presencia del ramo, se hace la 
			corrida del rosco, que nos recuerda a la Pinochada de Vinuesa. 
			Cogidas de la mano un número corto de personas, son perseguidas por 
			una que, provista de una rama de chopo, intenta azotarlas. Una vez 
			concluido, el ramo vuelve a la ermita de Santa Filomena. Mientras 
			han durado las carreras y los azotes, el mocerío reparte zurracapote 
			y roscos. 
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