Jesús Bárez

En el corazón

Escribir esto es muy duro. Además, veo que ya se ha dicho todo sobre él, sobre Jesús Bárez Iglesias, profesor inolvidable “de los que hacían pensar”, dicen sus alumnos. Humanista, modesto, generoso, luz en los corazones, culto, comprometido, tolerante, baluarte de la Cultura soriana…, todos esos adjetivos he escuchado y leído desde su triste fallecimiento, y es cierto. Salvo algún rebuzno que pueda escucharse por ahí, producto de la envidia y el resentimiento, todo son verdades, verdades que permanecerán inalterables. Estoy escuchando, mientras escribo, el adagio de Barber, el mismo que escuchaba Chema Díez mientras le recordaba. En la TV de Soria, su amigo Carlos Martínez, el alcalde, con corbata negra, le conmemoraba con mucha emoción, decía que hasta el último momento estuvo al tanto de su Concejalía. En fin, hasta miembros de VOX se referían a él con respeto.

Le conocí, a él y a Nieves, eterna compañera, en las fiestas de Garray por el año 1983 ó 1984. Me los presentó mi compañero de entonces, Waldo, quien fallecería pocos años después a una edad en la que nadie debería morirse, 42 años. Desde entonces, su bonhomía (que engloba honradez, sencillez y bondad) ha permanecido, acaso se haya acrecentado con el paso de los muchos años. Nunca le noté agobiado. Decía sí a casi todo, pero luego lo meditaba y hacía lo más conveniente, nunca en detrimento del solicitante. Ante un buen proyecto, se rendía. Y así, siendo ya concejal de Cultura, ideó Expoesía, por la que poca gente, hay que decirlo, dábamos un chavo. Pero ahí está a día de hoy, traspasando fronteras. Y qué decir de Enclave de Agua. Y de los apoyos al Festival de las Ánimas, a las exposiciones, a los centros culturales repletos de actividades, al apoyo a los escritores sorianos y tantas y tantas cosas. Por que, en el caso de personas que cumplen una función social, no sólo es necesario ser buen persona, hombre bueno, como era Jesús Bárez, también es necesario ser eficiente, trabajador, y él lo era. Y también era ajeno al provincialismo y hasta el palurdismo de muchos, nunca, en ninguna ocasión, le escuché hablar mal de nadie y, si en algún momento se escapaba una palabra improcedente, sus ojos, mirando un poco esquinados, frenaban en seco al malhablado. Era un señor, la educación andante.

Bárez, como todo el mundo en Soria le nombraba, deja el listón tan alto que no sé si vamos a saber apoyar y confiar en el que le sustituya. “Nadie es imprescindible”, dicen, pero no estoy muy segura. Confiemos en quien venga detrás, aunque será inevitable la comparación. No es necesario que le supere, sólo con seguir la estela, o no, quizá lo haga muy bien.

Profesor del Instituto Machado, de quien era devoto, interiorizó bien eso de “en el buen sentido de la palabra bueno”. Casi siempre en el PSOE (salvo un breve periodo). Zamorano, marido de Nieves del Cueto, padre de dos hijos. Siempre en la memoria y en el corazón. Gracias por tanto.

Isabel Goig

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