Nacho Luque

Alcarama, un nómada en tierra de trashumantes

 

 

Quienes estamos seducidos por los pueblos, el paisaje y los ritos de Tierras Altas, y volvemos una y otra vez, estamos acostumbrados a ver por ellas, enamorado también, a Nacho Luque. Se desplaza por esas tierras caminando con botas fuertes, con la mochila a la espalda, y su equipo de grabar, suponemos que también con la libreta de apuntar, cuaderno de bitácora en tierras donde el mar ni se adivina.

¿Qué tienen esas tierras que nuestra amistad procuran?, diría el Fénix. Si son tierras pobres, casi deshabitadas, salpicadas por muros semiderruidos que muestran las intimidades pasadas sin rubor alguno. Cómo es posible que esos lugares hayan atraído, y sigan atrayendo, a escritores, poetas, fotógrafos y músicos. Volviendo a los grandes autores, tal vez sea, como diría Machado, que tienen alma, y muchas personas buscamos alma hasta en las cosas.

Y alma ha encontrado Nacho Luque. La ha plasmado para la posteridad. La ha contrastado con la deshumanización de las ciudades, el bullicio absurdo y estéril, el ruido sin música ni ritmo, lo ha hecho mostrando unos pasos por ella, con el mismo calzado que sobre el asfalto sorprende tanto como un todoterreno en la calle Serrano, para pasar la imagen a la luz límpida del horizonte sin topes, al color de lo sin artificio, a la tierra donde las cigüeñas paran el vuelo y buscan comida para sus pequeños.

La película se detiene con los rebaños y sus pastores, señores, unos y otros, de aquellas tierras del Norte, y lo hace con distintas luces, en todas las estaciones, con sol, lluvia, niebla y nieve. Y en todos los colores, tonos y matices, las Tierras Altas se muestran inmensas, con el sonido de fondo de las campanas mientras San Pedro Manrique, la Villa, asoma, lunar, a la imagen.

Hombres y mujeres de pasado trashumante, otros llegados en busca de una paz que no se sabe si encontrarán, aquellos que un día se vieron obligados a marchar, van dejando sus opiniones, quejas, alegrías, pasados. Ellos, las personas, hacen posible los ritos antiguos, basados en creencias singulares, y son recogidas, también por Nacho Luque. Como esas Móndidas de Sarnago, que ocupan la última parte de la película, ese pasado convertido, por mor del esfuerzo, en presente y adivinado en futuro. La imagen, desde la distancia, recuerda a todas las culturas mediterráneas, evoca imágenes de la vieja Sicilia, tan española en su día como las Tierras Altas de Sarnago, una isla mediterránea plagada de altares y mujeres en quienes se han mezclado todas las razas. La pingada del mayo, en San Pedro, ofrenda fértil y fálica, rememora el esfuerzo colectivo, como esa costumbre, también tan mediterránea, de los castillos humanos, donde los brazos, en un rito y en el otro, se unen para conseguir la fuerza imprescindible.

La película documental ha sido producida, dirigida, realizada, guión e imagen: Nacho Luque. Sonido Carlos Lages. Música Balbarda, Labuela.

Con la colaboración de Merche Trujillo Berrio, Xurxo Ordóñez, José Luis Escribano, José Luis Ruiz Dou y Javier Chacón.

© soria-goig.com

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