A Pie por Soria

Viaje en tren Soria-Torralba
Impresiones, mayo 2017

Carmen Sancho de Francisco

 

> Salimos de la estación de Soria el Cañuelo. Me encanta el traqueteo, parece Doctor Zhivago, se oye el rodar de los ejes, tracatrá, tracatrá…

> Los árboles y arbustos pasan fugaces, parece que vamos a toda máquina.

> Atrás han quedado las naves, antiguos talleres de la estación, destartalados, pintarrajeados, sensación de abandono y desolación.

> No sé cómo será Siberia pero no muy diferente a eso.

> Hemos pasado Navalcaballo, a nuestra izquierda, sin parar.

> El traqueteo parecía renqueante pero ya se ha recuperado.

> Paramos en Quintana Redonda, siete antiguas puertas tapiadas, en la de la izquierda pone “sala de espera”, desolador, impresionante.

> A nuestro paso la vida de los animales se entorpece; ya he visto desplegar el vuelo a un aguilucho, dos palomas y un pequeño corzo que corría despavorido.

> Tardelcuende. Parada, suben 4-5 personas, siete puertas-ventanas cegadas pero importantes montones de troncos de madera de pino apilados junto a la estación dispuestos a ser embarcados.

> Son las 5’20 horas, me parece que vamos rápido y las estaciones se suceden sin cesar.

> Antigua resinera abandonada, con torreta inclinada y ladrillo, antes de la estación de Matamala cerrada a cal y canto, pasamos a velocidad sin detenernos.

> Los pinares, negrales, me decepcionan, irregulares, a manchas, entre cultivos y arbustos, desiguales, enclenques.

> Los servicios de megafonía mejorables: ”próxima parada Almazán”.

> Granjas de cerdos en la llanura.

> Bonitas torres de Sta María, el Reloj, S. Miguel.

> Muchas amapolas en el talud de la vía, me gustan.

> Mucha gente preparada para subir.

> También bonita la estación de Almazán, tonos ocres y azulejos.

> Hemos pasado del pinar y la “oscuridad” al campo abierto, llano, cultivado, verde, precioso, con horizontes de páramos lejanos hacia Coscurita.

> Y otro corzo en el arroyo; las cebadas están amarilleando, cambiando de color.

> Coscurita, sin parar, cuatro puertas tapiadas y enrejadas, y el edificio de pesar y trasvasar mercancías.

> El campo va muy adelantado, las altas temperaturas están secando las espigas y los trigos apenas han crecido un palmo. Mal año para los labradores. El girasol, apenas sembrado, tarda en nacer y hacerse presente.

> Estamos llegando a Adradas, a Ribas Altas, pero ya no hay estación, fue demolida, me hubiera gustado tener un azulejo, al menos, como recuerdo de infancia.

> Al fondo a la izquierda el Muedo, y Taroda tras una hilera de árboles.

> Que bonitos y desolados, como Adradas, son los pueblos de piedra, blanquecinos, confundidos con el paisaje y una hermosa torre de la iglesia que aglutina y clama ayuda al cielo.

> A las seis menos cuarto ya vamos camino de las tierras del sur, creo que vamos muy bien, se me hace corto y atractivo el viaje por el monte de Radona con enormes y amenazantes aerogeneradores.

> Dicen que el primitivo trazado del ferrocarril Soria-Torralba contemplaba la construcción de un túnel que salvara los relieves del Monte de Adradas y Cuestas de Radona, pero pronto se optó por una solución más fácil y económica, desviando el trazado un poco hacia el este, lo suficiente para bordear estos montes y acceder a una bonita panorámica del término llano e inmenso de Taroda. Octavio Yagüe siempre echa en falta árboles en ese paisaje, acaso olvida que estos páramos secos son más propicios, para vegetación arbustiva, plantas aromáticas y usos, además de agrícolas, apícolas y ganaderos.

> En el catastro del Marqués de la Ensenada se afirma que en el siglo XVIII había en Taroda varios miles de cabezas de ganado lanar y hoy todavía podemos apreciar restos de corrales y majadas en plena ruina, lo mismo que los colmenares, a ambos lados de un cordel o cañada de merinas que procedente de Morón de Almazán cruza el término de Taroda para luego discurrir paralela a la vía del ferrocarril. Es posible que alguno de esos corrales o majadas hayan formado parte o reutilizado materiales provenientes de un antiguo despoblado que según Gonzalo Martínez Díez existía en el paraje Juncos Albos, junto a la cañada y a la vía férrea.

> En Radona la vía describe un gran arco, envuelve el pueblo hacia el oeste para salvar Medinaceli e irse hacia Miño por donde estuvo prevista inicialmente la vía hacia Aragón.

> Tierras pobres, pedregosas, con los majuelos florecidos, tierras de rebaños de ovejas y ganado lanar en épocas pasadas; también las aliagas, pequeñas, apegadas al suelo, están florecidas, amarillas.

> Y un corzo, más grande, cruza saltando el campo de trigo.

> También siete puertas cegadas en Miño de Medinaceli, y antiguos edificios altos, comerciales, abandonados.

> Al pie de la roca ¿Conquezuela? Y sus oquedades rupestres.

> Desde Almazán el tren traquetea pero no hemos parado. Las tierras rojizas, con los cielos plomizos y los trigos verdes están preciosas como los pintó el artista soriano Ulises Blanco.

> Estamos llegando a Torralba, a estas tierras altas, peladas, divisorias hidrográficas, algunos arbustos quieren repoblar los cerros pelados.

> Torralba, abandono, tejados sin tejas, naves con arbustos, puertas cerradas, paredes con grafitis, un viajero baja, vamos a entrar en el túnel.

> Ya estamos en él.

© Carmen Sancho de Francisco

«Cuadernos de instituto» por Carmen Sancho de Francisco

 

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