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Montaves

 

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Montaves, en la falda del monte Cayo

Este pueblecito de Tierras Altas, el más alto de la zona (1375 metros), está agregado al municipio de Villar del Río, y dice la estadística que tiene cinco personas censadas. Pequeño y todo, conserva el encanto de los lugares de alta montaña, donde se adivina que en su día fue la trashumancia su actividad y forma de vida.

Hagamos un poco de historia, porque como hemos dicho tantas veces, todos los pueblos de Soria tienen la suya, lo que, unido a las historias propias de todos y cada uno de los vecinos que por él han pasado, conforman la idiosincrasia propia.

Fundamental fue para que, a día de hoy, los pueblos puedan saber algo de su pasado, el papel del ministro de Hacienda de tres reyes. Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada, mandó hacer, reinando Fernando VI, un catastro que pasados los siglos se sigue conociendo con el título que le concediera el rey. Este censo, el más extenso que se conoce, se llevó a cabo a mediados del siglo XVIII.

Por él conocemos hoy que el pueblo de Montaves (o Montabes) era, en aquellos años, del señorío del duque de Arcos, como toda la zona de Tierras Altas, y a él tributaban sus vecinos. Medía de Este a Oeste 2514 varas (0,835 metros cada vara castellana), y de Norte a Sur 1009, o sea, una superficie pequeña, asentada en la falda del Monte Cayo. Álamos y robles era el arbolado autóctono, y el trigo común, la cebada, la avena, la berza y la hierba el producto que extraían de su suelo. Pero lo que allí abundaba era el ganado lanar, dos mil doscientas setenta y tres cabezas que, unidas a las noventa y una de cabrío, más algunas yeguas, caballos y jumentos, bajaban, en su mayoría, a Sevilla, Puebla de los Infantes, Villaverde de la Extremadura, Fuenteovejuna, Montemolín, Trujillo y Deleitosa, a vivir el invierno “aventureras”, o “a su aventura”.

Diecisiete casas tenía por aquel entonces Montaves, doce de ellas ocupadas por diez vecinos y dos viudas, y cinco sin moradores. No había pobres de solemnidad. Tenían un molino harinero, de una muela, que molía de represa y que era propiedad de la capellanía que fundó Don Martín Beltrán, vecino de San Pedro Manrique.

El Común de Montaves tenía en propiedad siete yugadas y media de sembradura de secano de tercera calidad, y un prado de secano en el Ejido, de nueve yugadas y cuarta. Además de la fragua, y el mesón, panadería y taberna (suponemos que todo en un solo recinto), que no daba utilidad, porque se atendía por adra.

En cambio debían de hacer frente a numerosos gastos. A los impuestos que pagaban al duque, se añadían los correspondientes al rey y a la Iglesia, los más voluminosos, diezmos y primicias de todo aquello que se produjera en el lugar, ya fuera producto de la tierra o animales recién paridos. Además, el Concejo pagaba cada año al cura, “por decir la pasión que hay el día de la Cruz de Mayo, nueve reales de vellón; por la función de la iglesia del día de San Juan Bautista, titular del lugar, en limosna de la misa y caridad que se da, treinta reales; del novenario de San Juan, doce reales; con los religiosos de Nuestro Padre San Francisco, 15 reales”. Es decir, 64 reales, mucho más de lo que invertían en las necesidades del pueblo, que eran las de componer la fuente y caminos, treinta reales, y diez al fiel que refiere pesos y medidas.

Vayamos a la actualidad. La iglesita, advocada a San Juan Bautista, estaba a punto de caerse, por ello, y para evitar el derrumbe, fue desmontada hace dos años. Era, según la Enciclopedia del Románico, una modesta construcción de mampostería, obra dieciochesca con añadidos modernos. Pero en su interior había una pila bautismal románica, decorada con bocel sogueado, que la relacionan con los ejemplares de Carrascosa de la Sierra, Los Campos y Oncala. Esta pila, conservada en la capilla que han habilitado en lo que fuera edificio de las escuelas, sugiere que antes de este templo del XVIII, hubo otro de estilo románico.

Como decimos, la escuela cumple ahora la función de capilla. Hasta allí han trasladado la pila bautismal, la aguabenditera (posiblemente románica), el retablo, y el sagrario, que fue restaurado en julio de 2009, por alumnas en prácticas de la Escuela de Restauración Fundación Cristóbal Gabarrón, de Valladolid. Su espacio, junto con los muros que fue posible salvar, y la puerta de entrada, se han convertido en una zona restaurada y ajardinada. En la parte trasera de uno de los muros de lo que fuera iglesia, con entrada por una calle estrecha y empinada, una pequeña casa conserva todavía sus paredes, es la casa Concejo, donde se reunía el pueblo para tomar las decisiones.

Cerca de este espacio cuidado, Román García García construyó una fuente que llaman “la Romana”, por las figuras que colocó en ella y que el hielo, resquebrajándolas, se ha encargado de envejecer. Son Román y Maruja La Hoz, su mujer, quienes cuidan y protegen al pueblo, en realidad los únicos habitantes junto con el pastor-ganadero que tiene allí un buen rebaño de ovejas.

Otro lugar, este de Montaves, pequeño, cuidado y encantador.

© soria-goig.com

 

Restauración del Sagrario de Montaves

Alumnas en prácticas de la Escuela de Restauración Fundación Cristóbal Gabarrón, de Valladolid, restaurando el Sagrario de la iglesia de Montaves, en un espacio de la iglesia de San Pedro Manrique, el pasado martes, siete de julio. Restaurarán también dos Cristos crucificados, uno de ellos de apenas veinte centímetros, realizado en plomo. Una vez las piezas restauradas, volverán a su lugar, en Montaves.

 

Montaves. La iglesia de San Juan Bautista, blog de Idoubeda Etno

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