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FAUNA HUMANA

Carmelo Romero Salvador

Ilustraciones: César Ordóñez
Diseño y maquetación: Ernesto Navarro
ZARAGOZA, 2015

 

La erudita y a la vez divertida pluma de Carmelo Romero (no es necesario añadir nada más sobre él), se ha unido al ingenio creativo de César Ordóñez, a los magníficos dibujos que desde su más temprana edad nos ha ido regalando en varios medios de comunicación y otras publicaciones. De esa unión ha salido una edición exquisita en el continente y divertida -en ocasiones lacerante sin llegar a hacer sangre- en el contenido. Divertimento lo llama Carmelo, quien advierte que la idea es muy vieja y se remonta a 700 años a.C., cuando Semónides de Amorgos comparó a las mujeres con varios animales. 

Abren la galería de animales el Dañino Caracol, a quien no le atribuye directamente semejanza concreta alguna, tal vez por la abundancia de ellos y lo repugnante de sus acciones. La cierra él mismo, o sea Carmelo Romero, quien aparece dibujado con su eterno cigarrillo y sobrevolado por una mosca cojonera que también fuma, “lobo solitario”, como le definió un amigo y a él no le disgusta la definición. 

En medio de estos dos especímenes van desfilando otros hasta alcanzar los treinta, a cual más genial, tanto en las definiciones como en los elaborados dibujos, nada de cuatro rayas. 

La Garrapata, ese parásito tan abundante en política, tiene la cara de Alberto Belloch, pero sólo para la provincia de Soria ya contabiliza Romero unos cuantos y eso que, actuales, se ha dejado bastantes en el tintero. El Cuco, con cara de rey emérito. Cristóbal Montoro es el Tijeretas. El Lagarto es Rajoy. Pulpos, Erizos y Puerco Espines, La Papesa,  El Pingüino Emperador, o Pájaro Bobo, con cara de Aznar. La Tortuga. La Libélula. De Gatos (Felipe González). Rouco Varela convertido en Grajo. Santiago Carrillo en Zorro. Los Urdangarín en picarazas o urracas. Ana Botella en Hámster. Jesús Posada, tres generaciones de políticos, tres, aparece como un elefante. En fin, algunos más. 

Me gusta especialmente El Caballo, con la cara de mi admirado Julio Anguita, “mezcolanza de tristeza y utopía”. De él escribe Carmelo Romero: “Sé que nunca podré llegar a ver los ojos de un caballo en libertad, de uno de esos caballos que llaman salvajes, y que, por tanto, no podré averiguar si en ellos no hay tristeza ni utopía. Creo saber también que si de los ojos de Julio Anguita se borra un día la utopía, será únicamente porque esa utopía ya se habrá hecho realidad. Aún así me temo que un cierto  fondo de tristeza ya no se le velará jamás”. 

Es un libro este de Carmelo Romero y César Ordóñez, imprescindible en cualquier biblioteca particular soriana. Para dejar en la mesilla de noche (junto al cenicero en honor a Carmelo), y leer un rato antes de dejarse llevar por Morfeo. Para dormirse con una sonrisa, que falta hace.

© soria-goig.com

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