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DIONISIO RIODRUEJO
Trayectoria humana y poética

Antonio Machín Romero

Ediciones Diputación de Soria
Colección Temas sorianos nº 30, 1996
123 páginas

 

Dionisio Ridruejo (Burgo de Osma 1912 – Madrid 1975) 

Resulta difícil encontrar en el mundo cultural y político del siglo XX una figura tan íntegra, tan humana, tan coherente, tan ajena a las vanidades, como la de Dionisio Ridruejo. Hijo de banquero, cuando se proclamó la Segunda República Española, por inclinación natural como otros jóvenes, se fue decantando hacia la derecha. La lectura de Genio de España, de Ernesto Giménez Caballero, y el encuentro con José Antonio Primo de Rivera lo decantaron definitivamente hacia el campo de la política y se afilió a la Falange. Colaboró en la composición de la letra del himno en1935 y a él se deben los versos volverán banderas victoriosas / al paso alegre de la paz. Muerto José Antonio en 1936, Ridruejo se sintió arrastrado por la vorágine de la política, gracias, o por culpa, de su facilidad de palabra, y llegó a ser el orador solicitado y promocionado. Su ascenso dentro del campo de los sublevados fue espectacular llegando a ser jefe del Servicio Nacional de Propaganda, cargo que lo situaba como número tres del Régimen tras Franco y Serrano Suñer.

            Pero ya antes de la victoria final de los sublevados Ridruejo sintió el desgarro interior que le producía el sentirse engañado por los triunfadores pues los ideales de la Falange quedaban arrinconados. Por este motivo inició un alejamiento progresivo del Régimen ya en 1940. Puso tierra de por medio y se alistó a la División Azul como simple soldado (1941), y cuando volvió en 1942 era ya un disidente. Se dio cuenta de que se había equivocado. Desde entonces puso el mismo ardor y energía para instaurar la democracia que antes había puesto para la instauración del Régimen, consciente de que no se podía desentender del destino de su país. Fue presentado y reconocido como la oposición al Régimen. Sufrió destierros, cárceles, se prohibió la difusión de sus libros, se vetó su persona para el Premio Nacional de Literatura, se le privó de pasaporte…

Todo ello lo llevó a cabo por imperativo de su conciencia, de su sentido ético; siempre reconoció en público y en privado su pasado fascista. Carecía de ambición política personal y si fue creando sucesivas agrupaciones políticas lo hizo como el jugador que se apunta a la partida no porque el juego le guste sino para que otros puedan jugar.

Sin embargo siempre tuvo que soportar la desconfianza y  el rechazo de quienes sólo veían en él el joven de los uniformes y correajes. Tuvo que pagar ese tributo, y Dios lo castigó por los muchos discursos pronunciados impidiéndole ver la llegada de la democracia a nuestro país.

A su faceta de hombre público hay que añadir la de un prosista verdaderamente extraordinario, capaz con su prosa de seducir al lector con la belleza de sus imágenes, la precisión del vocabulario y el rigor ordenado de su pensamiento. Como poeta compuso una poesía realmente notable, y sorprende que en ella apenas si hay alusión a sus continuos avatares políticos. Tal vez los siquiatras tengan algo que decir.

Los años transcurridos desde su muerte y el exceso, quizás, de información al que estamos sometidos han dejado su figura en la penumbra, sino en la sombra, en la que por sus valores humanos y culturales –además de los histórico-políticos- no debiera estar.

Antonio Machín Romero

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