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JUEGOS POPULARES SORIANOS

Antonio Ruiz, Isabel Goig e Israel Lahoz

Edita:  Centro Soriano de Estudios Tradicionales
Colección Cosas de Soria nº 8
Páginas: 202
SORIA 2001

 

"Hubo un tiempo en esta provincia en el que las plazas y calles de los pueblos bullían de chiquillería. Dicen que fueron tiempos duros. Por aquel entonces, casi antesdeayer, la vida de los niños sorianos y aún de todos los niños de este país, estaba llena de sorpresas y misterios para ser descubiertos por ellos mismos, sin la intervención de una caja ruidosa bautizada como televisión. Mediante el juego, los niños se convertían en soldados, exploradores, conquistadores, arquitectos y maestros. Pero habían de comenzar por construirse, inventarse e ingeniarse ellos mismos las armas, vestidos y piezas para sus juegos. Si el sueño era ser científico, no disponía de unas coloristas cajas que al ser abiertas ofrecían los tubos de ensayo, el libro de instrucciones y hasta la bata de investigador. Bastaba saber que la pólvora se conseguía vaciando el cartucho de caza del padre; era suficiente para las mezclas los botes para conservar las ciruelas del huerto que la madre guardaba en el somero y, como bata, nada, pues la zurra ya la tenían garantizada al haberse roto el jersey tejido por la abuela y los pantalones estrechados del hermano mayor mientras se deslizaba por el terraplén que, desde la cumbre donde el castillo todavía se mantiene, en Berlanga por ejemplo, llega hasta la fachada del palacio. Previamente, si no había nieve, servía que todos los niños desahogaran sus vejigas por un regacho.

En cuantas ocasiones, náufragos de ingenio, se nos habrá ocurrido lamentar aquellas infancias de los pueblos, como si lo que ahora vivimos, la decadencia de una cultura y una civilización que se desliza más deprisa que aquellos muchachos por la regachera, fuera ejemplo o parangón de cualquier actividad. Pero, cuando preguntamos a los muchachos de entonces por su infancia, desde los más viejos a los que rondarán los treinta años, percibimos que nada hay que les resulte más grato que aquellos recuerdos, lejanos unos y cercanos otros.

Ahora, cuando la televisión nos muestra niños trabajando y ONG´s alborotadas por ello, no podemos evitar volver la vista atrás y recordar nuestras infancias, ahí, a la vuelta de la esquina. Incluso los que ya pasamos de los cuarenta o rozamos los treinta, escuchamos con agrado unos muchachos peruanos –creemos- que recorren el mundo occidental –siempre tan dispuesto a manejarles y dar consejos- diciéndonos que ellos reivindican el derecho a trabajar desde que les da la gana. Y nos parece mucho más digno esto que el mozo apalancado en casa de los padres estudiando todavía una carrera a los treinta años. Viene esto al caso porque allá por la época en que los juegos que hemos recogido se practicaban en toda la provincia, los muchachos trabajaban, y duro. Además les sobraba tiempo para jugar, para inventarse los juegos, para llevarlos a la práctica sin recursos económicos y para desarrollar el ingenio muy por encima del que ahora desarrollan unos chavales casi idiotizados por la televisión, los vídeo juegos, los tamagochis y las cajas encelofanadas donde dentro encuentran todos los problemas resueltos".

Así comienza el libro que sobre juegos infantiles y tradicionales verá la luz una vez pasado el verano. Antonio Ruiz Vega, Isabel Goig Soler e Israel Lahoz Goig han buceado en sus particulares recuerdos y han recogido aquellos otros de los habitantes de esta provincia, nuestros mayores, siempre dispuestos a colaborar.

Por sus páginas veremos discurrir los "juegos de nuestros abuelos", por ejemplo "las tabas". En la Grecia Antigua los astrálagos –huesos del tarso de las reses pequeñas- se utilizaban para adivinar el futuro. Una vez conseguido el huesecillo se empleaban distintas técnicas para limpiar bien los restos orgánicos que quedaran por dentro: unos las cocían, otros las enterraban, y algunos, sobre todo las niñas, una vez limpias, los pintaban con colores chillones. Pero, como para corroborar que en la tierra todo está intercomunicado, el juego de las tabas se practicó y se sigue haciendo, en casi todos los rincones de nuestro planeta. Algunas cerámicas griegas muestran dibujos de hombres ¡y hasta dioses! jugando a las tabas. En las excavaciones han aparecido estos huesos y en las calles de Itálica, la ciudad hispana próxima a Sevilla, aparecieron más de cincuenta tableros esculpidos sobre los que los chavales de la época lanzaban al aire o trataban de introducir en un agujero previamente hoyado los astrálagos. Luego, los romanos, transmisores de tradiciones a través de sus conquistas, también extendieron por todo su orbe el juego de las tabas.

Mariano Íñiguez, en "La Medicina en la antigua Iberia" –1916-, habla de un juego que llama "de la sangre": "En las provincias de Huesca, Soria y alguna otra, los niños juegan en el buen tiempo, con una pelota que tirada de lejos y con habilidad, procuran meter en un agujero practicado en la tierra. El número de agujeros u hoyitos es igual al de los niños que juegan; están dispuestos en fila y forman un cuadrado. Cada niño, al tirar la pelota, procura colocarla en su hoyito propio. Aquél en cuyo hoyo cayó la pelota, en quien tira con ella contra el niño más próximo; este derecho corresponde después al que tiene mejores piernas y antes se apodera de ella. Cuando uno de los niños tira la pelota y no da en el blanco se empieza de nuevo, mediante la suerte del hoyo, y por turno riguroso. Es un ejercicio higiénico, muy animado y muy recomendable si se practica con una pelota blanda que no pueda hacer daño. En la provincia de Huesca en el Pirineo, sin que sepamos la razón, se le llama el juego de la sangre". En un principio se pensó que las bolitas aparecidas en las excavaciones de Numancia, de barro, podrían haber servido para jugar a este juego".

D. José Tudela describe "El pelotón de viento de Narros", que también se recoge. Y por los pueblos de la provincia se han recogido el guá, los de calderón (rayuela, colache…), los de corro, comba e hinque. Los que Ruiz Vega ya describió en sus "Relaciones entre Soria y Euskadi". El roldo, la albarca, las distintas formas de jugar al burro, la maya, jaribán, esconderite, rescate, bote-bote…

En otro apartado veremos jugar en las fiestas patronales a la tanga, tanguilla, petanca, bolos, naipes. Y en otro más aquellos derivados del oficio de la carretería, o de fuerza: corte de troncos.

Todas unas actividades lúdicas, en fin, que llenaron los ocios y buena parte de la vida de los niños y niñas sorianas que fueron y son.

© Redacción

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